CONDUCTA/IDENTIDAD: "YO NO SOY MI CONDUCTA"
Recordemos el " Iceberg de nuestra personalidad"
En un 1er Nivel
estaría...:El comportamiento.
Estaría relacionado
con el concepto de HACER.
Se
refiere a la manera de actuar. Las acciones y reacciones. Incluyen
las acciones externas como, caminar, decir algo o agredir a alguien,
y las internas como pensar y sentir.
Es decir, son
nuestras conductas, lo que se
ve de nosotros, lo que permite que los demás nos juzguen, amen, o
rechacen, pero no somos nosotros. Sólo
representan un cinco por ciento de lo que realmente somos.
En un 2º Nivel de
profundidad...:Las actitudes.
Debajo de nuestras
conductas visibles, estarían nuestras actitudes. Está unido al
concepto de PODER.
Siguiendo con la
metáfora del iceberg, no sería sólo observar la forma con la que
se nos presenta, sino también la calidad del hielo, su
transparencia, dureza, detalles que nos hacen suponer, que podríamos
predecir, como el viento (entorno) va a esculpir el aspecto formal
del pináculo del iceberg.
Si no nos dejamos
deslumbrar por las conductas y miramos más allá, notamos un
denominador común en esas conductas que son las actitudes.Las
actitudes son las diferentes formas que opta una persona para
afrontar las situaciones que le acontecen.
En el 3er
Nivel:Las aptitudes.
Inmediatamente debajo,
ya sumergidos, existe un conglomerado formado por las
aptitudes, conocimientos, experiencias vividas, que soportan las
actitudes. Son las destrezas, habilidades y estrategias que posee la
persona (capacidades).
“Quién soy”.
Se refiere a “quién creo que soy”, con “qué me identifico”,
como “me califico”. Si queremos entenderlo piensas en las cosas
que dices sobre ti o como te calificas, por ejemplo, “Soy
amigable”, “soy desordenado”, “soy médico”, “soy
fumador”.
Estas etiquetas personales confunden la conducta
con la identidad (nuestros comportamientos con quien soy), el hecho
de que una persona fume, no lo hace un fumador, ¿Acaso en esencia
hay alguien fumador?, ¿Se es fumador o se cree o asume a si mismo
fumador?
David Puchol nos
dice: “Es esencial y necesario tomar conciencia de que nos
definimos a nosotros mismos no sólo por quiénes somos o por quiénes
creemos que somos, sino también por quiénes no somos. Lo que
podemos o no hacer, lo que nos suponemos capaces de alcanzar (o por
el contrario lo que consideramos totalmente fuera de nuestras
posibilidades de actuación), lo que presuponemos como algo posible o
imposible en función de nuestras habilidades y nuestro propio auto
concepto, en raras ocasiones se encuentra realmente en función de
nuestra ‘verdadera’ capacidad o de la ‘realidad objetiva’,
sino que se trata de premisas y presunciones más estrechamente
vinculadas o relacionadas con nuestras propias creencias acerca de
quiénes somos y del tipo de capacidades y habilidades que nos
atribuimos de una forma sistemática, coherente y constante”.
Desde el análisis
transaccional, para un niño pequeño sus padres son sus referentes,
ellos dan la pauta de cómo “ser” y comportarse. Una madre que se
identifica a sí misma “nerviosa” y por ende se comporta como si
lo fuera, es posible que transmita esta identidad a sus
hijos.¿Cuántas veces hemos dejado de hacer cosas porque ha
venido alguien y nos ha dicho que no podíamos (padres, madres,
amigos...)?
Recomiendo esta lectura de Jorge Bucay
"Los
niños estaban solos" - Jorge Bucay
Su
madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado
al cuidado de Marina,
una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas
horas para hacerse cargo de ellos a cambio de unos pocos euros.
Desde
que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros como
para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se
enfermaba o se ausentaba de la ciudad.
Cuando
el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche
nuevo, Marina no dudó demasiado.
Después de todos los niños estaban durmiendo como cada tarde y no
se despertarían hasta las cinco.
Apenas
escuchó la bocina, cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó
la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave
en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho se
despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de
todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y
lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría
a su madre que el niño no la había encontrado?
Quizás
fue un cortocircuito en el televisor encendido o alguna de las luces
de la sala, o tal vez una chispa en el hogar de leña; el
caso es que cuando las cortinas empezaron a arder, el fuego
rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los
dormitorios.
La
tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta
lo despertó. Sin pensar, Pancho salto de la cama y forcejeó con el
picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De
todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermanito de meses
hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos.
Pancho
gritó llamando a Marina, pero nadie contestó su llamada de auxilio.
Así que corrió al teléfono que había en el cuarto (él sabía
cómo marcar el número de su mamá) pero no había línea.
Pancho
se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí.
Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible
para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera
conseguido aún debía soltar la malla de alambre que sus padres
habían instalado como protección.
Cuando
los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de
conversación de todos era el mismo:
-
¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el
enrejado con el perchero?
-
¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?
-
¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el
árbol?
-
¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?
El
viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio la
respuesta:
-Panchito
estaba solo... No
tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.
Compartimos con nuestro alumnado el vídeo : "Las
ranitas en el hoyo"